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“Un antídoto liviano”

…sobre agresividad y violencia como lugares nodales de nuestra constitución psíquica y el boxeo como una aspiración sublimada de la pulsion de muerte…

Hay un pequeño narcisismo de las pequeñas diferencias, esa modalidad que nos lleva a la oposición con lo que más se parece a uno mismo, pues en ese “uno mismo” se revela la discordia interior. Es esta guerra civil interior la que se proyecta sobre lo que en el otro se percibe como diferente y, en consecuencia, como amenazante.

El estado de derecho de esta sociedad continuamente es banalizado y quebrantado, lo que produce una incesante impunidad que muestra, a su vez la posibilidad horrorizante  de la invasión del otro, el enemigo en el terreno privado.

El boxeo ha descubierto y sabe muy bien que el “yo” se funda en el “otro”, de tal manera que el otro lo habita. El boxeo no propone una ética moral, le apuesta a la palabra, al deseo, a la vida desde lo que constituye la dimensión de la muerte. Pensarlo de esa manera es considerar que hay un cierto sentido en la práctica boxística y eso, queda sostenido desde una ética que, si bien es del deseo se propondría también desde el lugar del límite como legalidad. El boxeo sirve como artificio más o menos contenedor de la agresividad y plantea una posibilidad de ética y cultura.

Lo opuesto, lo diferente, lo que se descalifica, lo que es extraño o ajeno, lo que no gusta, lo que asusta entra en el juego de la condición de la agresividad y de su consecuencia, la violencia. Si bien la agresividad y la violencia están intrínsecamente vinculadas a la constitucion de nuestro psiquismo, es necesario pensar que los procesos sublimatorios en el boxeo son un recurso posibilitador de la contención de la violencia, como una ética del limite, como elemento que sostiene la vida social haciendo circular el deseo.

¿Cómo introducir en los discursos sociales ese elemento sostenedor de lo que podríamos llamar una ética del limite, que regule la condición de la agresividad y la violencia entre las personas y detenga en buena medida la barbarie de estos tiempos? ¿O habrá una cuota de malestar que habrá que asumir siempre a pesar de esta ética del límite?

“Un antídoto liviano”

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